Virgen del Carmen

Según la tradición, el 16 de julio de 1251 la Virgen del Carmen se le apareció a san Simón Stock, superior carmelita, al que le entregó sus hábitos y el escapulario, principal signo del culto mariano de la orden. Los anales de la época y la tradición cuentan que ese mismo día la Virgen del Carmen prometió liberar del purgatorio a todas las almas de las personas que vistieran el escapulario durante su vida dirigiéndolas al cielo el sábado siguiente a su muerte. Desde 1587, esta revelación en forma de regalo ha sido respaldada por los Papas.

Aquel 16 de julio de 1251, la tradición cuenta que la Virgen le dijo a san Simón: «El que muera vestido de este escapulario no sufrirá las penas del fuego eterno», y el santo interpretó desde entonces el escapulario como un «obsequio del cielo». Las narraciones de la época destacan que la promesa de la Virgen incluía estas palabras: «Perseverad llevando puesto devotamente el santo escapulario, porque es mi hábito. El hecho de andar vestido de este hábito mío, significa que estáis continuamente pensando en mí; y que yo, en turno, siempre estoy pensando en vosotros, y ayudándoos en asegurar la vida eterna».

Sor Lucía, una de las videntes de Fátima, manifestaba que, en la última aparición de la Virgen en octubre de 1917 «María apareció con el hábito carmelita y el escapulario en la mano, y recordó que sus verdaderos hijos lo llevaran con reverencia».